«Para mejorar mis clases en línea, tuve que comprar computadora y aumentar la velocidad de internet en mi casa, pues no solo yo estoy conectado, también lo están mis hijos y esposa (que también es maestra), regresaremos a clases presenciales con una gran deuda por todo el equipo que adquirí. Que por cierto, será un equipo que ya no utilizaré de forma presencial» Maestro anónimo
«Sinceramente, me da igual si los alumnos aprenden, total, me bajaron el sueldo y la exigencia del establecimiento no compensa el salario que ahora tengo, aguantaré en lo que consigo uno mejor» Maestra anónima
«Renuncié a mi trabajo, era mi salud física y mental o ganarme el pan de cada día, desatendí a mi familia y empecé a tener colapsos nerviosos, dormía poco y me sentía todo el tiempo cansada e irritada, espero conseguir un trabajo diferente, la educación ya era difícil y la pandemia lo complicó todo, ya no quiero nunca más trabajar en la educación» Maestra anónima.
«Es preocupante la educación a distancia, me siento impotente, pues mis alumnos no cuentan con internet y se hace lo que se puede, pero hay que ser realistas, no están aprendiendo» Maestra anónima
«Me estresa la tecnología, no nací para esto, es demasiado, por más que lo intento no logro incorporarme, creo que es hora ya de retirarme de la docencia» Maestra retirada
Aunque se hayan omitido los nombres de los relatos anteriores, las historias no dejan de ser ciertas, estoy segura que por tu mente vino la imagen e incluso la voz de un compañero a quien has escuchado decir algo parecido.
Hay un paradigma sobre que «los maestros nos mantenemos jóvenes porque nuestro diario vivir está rodeado de niños y adolescentes» pero… últimamente e visto fotografías de mis amigos profesores de diferentes establecimientos y los he visto envejecer o engordar, sus rostros reflejan cansancio, irritabilidad, miedo, incluso indiferencia, ¿qué nos ha pasado? ¿a caso ya nadie disfruta su vocación?
No vamos a negar que con la pandemia tuvimos que capacitarnos, adaptarnos e incluso resignarnos, pues entre ser despedido o tener una baja de salario… Pues, creo que la respuesta es obvia. Para los padres de familia tampoco ha sido fácil, ya que los niños no sabían como resolver las actividades escolares y de ahí el origen de la cantidad de correos enviados o mensajes por Whatsapp en donde se podía sentir el nivel de frustración y estrés por la que estaban atravesando. Sin olvidar que, por primera vez, nos tocó a los docentes que reconocer que no lo sabemos todo, que había mucho más por aprender.
¿Y las cabezas de las instituciones? ¿qué sucede con ellas? No están ajenas a lo que sucede, creo que les ha tocado que llevar la peor parte, hay circunstancias y decisiones que desconocemos como maestros; alumnos retirados, facturas por pagar o padres fueron afectados por la pandemia están con colegiaturas atrasada, lo que hace difícil mantener el salario de tanto personal a su cargo. Es un desafío administrar una empresa con tantas pérdidas, las cabezas de los colegios y escuelas están en medio de una guerra y se tienen que tomar decisiones difíciles, aunque no sean de agradado para todos.
Considero que esta pandemia ha sido como una «nueva administración» en una empresa que lleva años funcionando de la misma forma y ha obligado a evaluar sistemas, métodos, personal, material, etc. Pero no todo es negativo, pues ha permitido innovar en nuevas metodologías, adquirir nuevos sistemas, equipos, y por muy duro que se lea, contratando nuevo personal, joven y de menor costo. Porque si algo sí ha quedado claro, es que esta pandemia vino a hacer una renovación a nivel mundial, el que no se re-inventó murió en el camino. Y es una realidad que nos ha dolido a todos.
Como todo en la vida, adaptarnos a los cambios lleva tiempo y su debido proceso, pero ¿cuánto tiempo debemos esperar? ¿cuándo terminará todo esto? ¿terminará cuándo regresemos a clases de forma híbrida o presencial? ¿o al estar ya todos vacunados? Y la pregunta del millón ¿Volverá la educación a ser la misma después de la Pandemia?
No voy a negar que también extraño muchas cosas que solía hacer antes, extraño familia, amigos, actividades recreativas, dar clases de forma presencial, incluso a mí misma. Tengo días malos, días buenos, días alegres, días blancos, azules, amarillos, rojos… Hay días que tengo las energías al 100% y me siento tan poderosa que podría gobernar al mundo, también tengo días en los que no estoy tan dispuesta y preferiría dar mis clases con cámara apagada. Esto no me hace mala maestra, tampoco me hace odiar mi vocación, me hace humana, una persona normal, pues no estamos viviendo la mejor época de nuestras vidas. Nadie en el mundo es ajeno a lo que está pasando.
Debbi Ford en su libro «Este será mi mejor año» hace una reflexión muy interesante con situaciones de la vida cotidiana, que estoy segura que te identificarás con más de alguna: «Seré feliz hasta que me suban el sueldo» «Me sentiré tranquilo hasta que logre encontrar trabajo y pague mis deudas» «Me sentiré profesional hasta que consiga ese título en la Universidad» «Me sentiré hermosa hasta que baje de peso» «Me sentiré completo hasta encontrar el amor de mi vida» Agreraría… «Me sentiré tranquilo hasta que regresemos a clases, como antes» ¿Te identificaste con alguna? Anótala en un papel.
¿Qué sentimiento te genera la pregunta con la que te identificaste? Debbi Ford enfatiza en su libro, que no es la casa, el trabajo, la novia lo que queremos, sino cómo eso nos hace sentir, ¿me hace sentir feliz, tranquilo, satisfecho, hermoso, profesional? a lo que Ford agrega ¿por qué esperar hasta tenerlo para sentirme así?
Es así que, te invito a que hagas un listado de actividades que puedes hacer en tu día que te permitan sentir esas emociones y no tengas que esperar hasta obtener el trabajo, la casa, la novia, o incluso, regresar a clases presenciales para estar feliz, tranquilo o pleno. Salvemos un día a la vez, y si hoy no lo lograste, no pasa nada, pide ayuda y da gracias porque tienes el día de mañana para volver a intentarlo.
En definitiva, sería un grave error que después de todo lo que hemos aprendido e innovado (obligadamente o no) querramos que las cosas sean como antes, sería un desperdicio volver a ser el maestro que dejamos en las aulas. Porque de algo sí estoy segura, es que la Pandemia nos sacó de nuestra zona de confort. Y que aún con miedo e insertidumbre seguimos caminando.
En conclusión, ¿qué le hizo la pandemia a mi vocación docente? sin duda alguna, como buena administradora que ha sido, nos cambió la forma de ver nuestra vocación, renovó el propósito. Pero de lo que también estoy segura, es que nos cambió las capacidades ni el deseo del corazón. La vocación docente sigue siendo parte de nuestro propósito de vida, es lo que nos mantiene vivos, motivados y sanos.
Además, «la capacidad» es un regalo que Dios nos ha regalado, te podrán quitar el trabajo, el salario, la motivación, pero la capacidad y el propósito de vida, eso… nadie te lo puede quitar. Así que, no cambies la meta, solo la forma de llegar a ella. Estoy segura que podrás lograrlo.
¡Sigamos caminando y aprendiendo juntos!
Con cariño,
Karla Castillo